El esfuerzo que supone aproximar la música clásica al gran público encierra nobles propósitos. Por un lado, que pueda producirse un relevo generacional para garantizar así la continuidad de su magia. Por otro, que su capacidad para la formación intelectual y emocional establezca una línea útil de aprendizaje para todos. La música como herramienta de producir belleza: una belleza capaz de provocar sentimientos amables ante tanta agresividad, cada día más presente, en los entornos sociales y de ocio.